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Entrevista al Dr. Trujillo "Las muestras públicas de luto ayudan en el duelo"

18/05/2020 - Artículos


Entrevista| psiquiatra y director del Hospital Bellevue de Nueva York entre 1990 y 2008

Manuel Trujillo: “Las muestras públicas de luto ayudan en el duelo”

DIARIO DE SEVILLA. Patricia Godino 02 Mayo, 2020 - 05:30h

Cuando Manuel Trujillo terminó Medicina en 1968, la España franquista ofrecía pocas posibilidades para este discípulo de Carlos Castilla del Pino. De espíritu inquieto, decidió formarse en Nueva York en la nueva Psiquiatría, en boga entonces, y volver a Sevilla a los dos años. De aquello hace ya casi 50.

"Nuestros gobernantes deben dar servicios, no sermones, y ponerse a la altura de los españoles”

En este tiempo, en el que no ha parado de apadrinar a psiquiatras españoles en Estados Unidos, ha liderado durante dos décadas el legendario Hospital Bellevue, emblema de la asistencia a los familiares de las víctimas del 11-S y buque insignia de los hospitales municipales de la ciudad. De aquello sentó las bases conceptuales de la Psiquiatría de Desastres, algunas de las cuales se aplicaron durante el 11-M, atentado que le pilló en Madrid.

Con ambas experiencias escribió Psicología para después de una crisis (Aguilar), libro que sigue vigente para este confinamiento que pasa en Nueva York leyendo a Joyce y a Cela y viendo El club de la comedia.

En activo a sus 74 años (en 2008 fundó un programa en la Universidad de Nueva York en el que todavía imparte clases y en 2012 cofundó el centro de neuroimagen Amen Clinics), alerta de la necesidad de planes de atención psicológica y psiquiátrica de la población tras esta crisis.

–Confinados y con un enemigo invisible, ¿Cómo nos afectará esto a nuestra salud mental?

–Esta pandemia vuela por los aires todas las certezas con las que organizamos nuestras vidas y nuestros proyectos habituales. Esto nos afecta a todos en alguna medida que no hay que considerar en absoluto patológica. A todos nos invade el miedo a no sobrevivir físicamente y a que nuestros sueños se hagan imposibles. Ambas vivencias evocan toda clase de temores: miedo visceral a la enfermedad y la muerte, al dolor, la soledad, el abandono y la tristeza. Hemos de afrontar pérdidas de todo tipo: seres queridos, empleo, posición social. Todo esto es el núcleo del estrés en general y del postraumático en particular.

–¿Y la salud mental de los sanitarios?

–Hay que cuidarla mucho. El estrés crónico que conlleva la exposición diaria al riesgo y el trabajo hasta la extenuación es tóxico para el organismo y para el cerebro. Cuando este cuadro se complementa con medios pobres de protección, alimentación irregular y un sueño alterado día tras día, constituye un cóctel de factores adversos, que pueden pasar factura, no sólo durante le crisis sino durante mucho tiempo después.

Las experiencias del 11-S y del 11-M nos han enseñado que las consecuencias del estrés traumático pueden ocurrir a muy largo plazo. En general hay mucha víctima que alarga la consulta con grave peligro de cronificación de su trastorno.

–En nuestra sociedad, la despedida es parte del rito de la muerte, ¿cómo aliviar el sentimiento de culpabilidad para los que no han podido estar al lado del fallecido?

–Esta tragedia, que es también una tragedia social, es un caldo de cultivo para el desarrollo de los llamados duelos patológicos, es decir duelos llenos de ansiedad, de culpa y de tristeza que puede acabar en depresión. Aquí la psiquiatría y la psicología, junto a la medicina primaria y muchas otras disciplinas terapéuticas, tienen un papel fundamental. También hay intervenciones sociales que pueden facilitar a los familiares una resolución de sus duelos más serena.

Los líderes sociales o políticos que adoptan muestras públicas de lutos (corbatas negras, minutos de silencio, banderas a media asta) y que proponen manifestaciones públicas de dolor y reconocimiento, como funerales de estado o monumentos públicos, ayudan a las familias a avanzar en su proceso de duelo, al recibir el consuelo y el calor humano de la indudable solidaridad que comunican tales prácticas.

Muchos fallecidos son representantes silenciosos la generación que logró la Transición política que hizo posible la implantación en nuestro país de la largamente soñada democracia.

"Hay que diseñar programas de apoyo psicológico y psiquiátrico desde una perspectiva epidemiológica”

–¿Es adecuado utilizar el lenguaje bélico para esta crisis?

–Probablemente el lenguaje bélico, en situaciones críticas como ésta, es inevitable. Es una metáfora simple, que probablemente se genera de forma automática en las mentes de casi todos ante una amenaza grave para la supervivencia. Después de todo, las respuestas biológicas de cualquier organismo frente amenazas vitales son combatir la amenaza, la huida o la parálisis (en inglés, fight, flight or freeze). La idea bélica organiza la mente para una postura activa y prepara nuestras expectativas para aceptar que habrá dolor y lágrimas.

Los líderes de más éxito en los últimos cien años han construido su liderazgo ofreciendo esperanza de victoria sí, pero sólo tras la aceptación del precio de dolor y de lágrimas. Piénsese en Churchill dirigiéndose a su pueblo durante la Segunda Guerra Mundial con las famosas palabras de “sólo os puedo ofrecer sangre, sudor y lágrimas”. Claro que él compartía el riesgo y el dolor de su pueblo estando siempre visible, manifestando mucha empatía, y situándose con frecuencia en la primera línea de riesgo.

Al alcalde de la ciudad de Nueva York durante el 11-S, Rudolf Giuliani se le podía ver en cualquier momento en los puntos álgidos de la tragedia: en la zona cero, visitando bomberos, policías, familiares y en todo acto donde se rindiera homenaje a estas o a los héroes que dieron su vida por proteger a los demás.

–El abrazo, el beso, forman parte del carácter mediterráneo, ¿el miedo al contagio nos volverá más fríos en nuestros sentimientos?

–Si acaso nuestro entusiasmo se enfriará durante un tiempo corto, hasta que logremos acuerdos sobre técnicas de protección seguras. Después, las aguas volverán a su cauce, y el cauce de la cultura mediterránea es profundamente afectivo y demostrativo. Eso sólo cambiará, en todo caso, a más largo plazo a tenor de grandes cambios en la estructura económica, en la proliferación de profesiones altamente tecnológicas o cambios estructurales similares.

"La explosión de generosidad que se ve día a día en las cosas grandes y en las pequeñas es admirable”

–¿Qué tiene de bueno la idiosincrasia española para afrontar la vida poscoronavirus?

–La explosión de generosidad alegre que se ve día tras día en las cosas grandes y en las pequeñas es admirable. El tsunami de solidaridad, con la que la gente normal apoya y protege a los suyos, a sus vecinos, a su comunidad y por extensión a todos. La inventiva, la capacidad de improvisación y la tolerancia son también ingredientes fundamentales de lo mejor de nuestra idiosincrasia. Los españoles están dando un ejemplo de calidad y de madurez. Esta es una sociedad con mucha fuerza. Lo que nos falta es exigir a nuestros políticos que se pongan a la altura de estas capacidades.

–Las consecuencias socioeconómicas son ya muy graves en España, ¿Cómo debemos gestionar la incertidumbre del paro o la pérdida de posición social?

–Aquí la Psiquiatría y la Psicología debe adoptar una perspectiva epidemiológica y diseñar programas de apoyo y atención, en paralelo con las otras prestaciones sociales. Uno de los programas con más éxito que desarrollamos en el Hospital Bellevue tras el 11-S consistió en enviar nuestros psicólogos psiquiatras y trabajadores sociales a los centros de ayuda económica y social que estableció la ciudad. Ahí, junto al especialista en desempleo o en vivienda, los ciudadanos se apoyaban en el psicólogo.

Hubiera sido impensable para ellos solicitar una cita en el departamento de Psiquiatría cuando vivían angustiados por la falta de recursos, a punto de ser desahuciados de sus hogares y sin empleo en el horizonte.

–¿Habrá un antes y un después en la concepción de nuestras prioridades como sociedad?

–Creo que la sociedad española ha vivido un grado de competencia social que debe formar parte de nuestra visión futura de nosotros mismos. Con estos mimbres se debe articular un grado de activismo político no en el sentido ideológico del término (izquierda o derecha) sino en el sentido de buscar los medios para exigir a nuestros gobernantes un nivel de competencia en dar servicios, no sermones, a la altura de la exhibida día tras día por los españoles en los balcones de sus casas.


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